jueves, 9 de julio de 2015

De París: Segundo día

Había decidido que al primer lugar chopinesco que quería visitar en París sería el Salón Chopin de la Bibliothèque Polonaise, no contaba con que la Place Vendôme me sorprendería al paso; entonces decidí iniciar mi segundo día de vacaciones en dicha biblioteca que se encuentra en el nro 6 Quai Orléans en la Cité, para llegar tomé el metro y atravesé al pié el Pont Marie, a mi paso vi tiendas con cosas muy bonitas, esa callecita que es paralela a quai orléans y que queda justo atrás de la biblioteca se convirtió en una de mis favoritas.

Entrada a la Biblioteca Polaca
Había leído que el museo de la biblioteca abría a las 10 am y ahí estuve, sin embargo, mi guía no estaba actualizada al respecto y la apertura es a las 14:15, así que puse mis pies en dirección a Notre Dame…



Lo que más me gustó de ahí fue la fachada, la virgen a la que está dedicada esta catedral, el rosetón del antiguo testamento (que es el que no ha tenido que rehacerse), y ver a mi tocaya en una de las capillas laterales.


Como todavía faltaba para que dieran las 14:15 caminé por el Sena rumbo al Hôtel Lambert, que fue la residencia del príncipe Czartoryski fundador de la Bibliothèque Polonaise y en aquella época de Chopin, en la que muchos exiliados polacos se iban a vivir a Francia, era en su casa que se reunían, ahí muchas veces acudió Chopin a tocar, también fue el lugar en donde Voltaire vivió. Pero no lo pude apreciar ya que está cubierto porque está en compostura.

Seguí caminando y vi una placa que indicaba que Madame Curi había vivido en ese lugar, luego fui al mercado de flores, al Hôtel de Ville  y volví a pasar por Notre Dame, alegrándome haber estado ahí más temprano porque la fila para entrar era ya muy grande (yo no tuve que hacer fila para entrar). Finalmente y luego de comer delicioso en un restaurante de esa calle linda que tanto me gustó, pude entrar al Salón Chopin, que es la única sala de museo en todo París dedicada expresamente a él, miré todo a detalle, sin prisas y disfrutando el estar ahí, sentí mucha emoción al ver su piano, un pleyel por supuesto, vi también un mechón de su cabello que era rubio y no tan lacio, sentí pena porque no dejaban tomar fotos a detalle de las cosas, sólo permiten fotos que abarcan el salón completo, así que aprovechando que por ahí andaba una pareja, les pedí que me tomaran mi foto al lado del piano de Chopin; la mujer le pidió lo mismo a su esposo o novio, y me dijo que Chopin también significaba mucho para ella y yo sonreí.



Al salir me fui caminando por el Sena para mirar sus clásicos puestos de libros viejos y postales, atravesé el río por un puente lleno de candados y estaban ahí unos novios haciéndose sus fotos de boda, me quedé ahí mirando qué tomas les hacían, los captaban poniéndole sus nombres a un candado, colgando el candado del puente y tirando la llave al río… Y me dije: Ah son candados de “amor”, y reflexioné que nada ni nadie te puede garantizar el amor de alguien más, que el único amor que tenemos garantizado es el que nos tenemos a nosotros mismos, lo que no quiere decir que hay que dejar de amar, simplemente así es.



Seguí mi camino por el Sena y me encontré en la Quia Malaquais, en el nro 9 de dicha calle vivió por un tiempo George Sand, así que le tomé la foto al edificio y seguí rumbo al Jardín des Tuileries. 

El edificio con color rosa es el nro 9
El Jardín des Tuileries es otro lugar chopinesco: Invitado por el monarca Luis Felipe I de Francia, se presentó por primera vez en este lugar en 1838. Como muestra de gratitud real, recibió un servicio de té con la efigie del soberano y de la reina. Volvió una segunda vez en diciembre de 1841, invitado por el duque de Orleans y esta vez, fue recompensado con 100 francos de oro. Este palacio fue incendiado en 1871.

Entrada por el carrusel

De ahí al Palais Royal, en cuyos arcos, en la época de Chopin se encontraban las tiendas más prestigiadas, a las que por supuesto acudía, todo un dandy él, caminé por ahí y al final del jardín, que está bonito, encontré una tienda de cajitas de música geniales, hechas a mano, son una belleza, la tienda se llama Boîtes à Musique Anna Joliet, y que me encuentro una con la melodía de la polonesa heroica y simplemente no pude dejarla. Y así, de camino a mi hotel comiendo cerezas y tomando un smoothie de nieve de chocolate amargo terminó mi segundo día en París.

No hay comentarios: