martes, 25 de febrero de 2014

De Liszt: Una crónica de Madame Boissier

A partir de 1830 Liszt se encuentra en un período de estudio y de creatividad, pero también de esplendor. Tiene una magnífica reputación como maestro, que aunada a su elegancia, encanto y a que era muy guapo, hizo que la sociedad parisina no le quitara el ojo de encima.

Es de esta época que data la crónica de Madame Auguste Boissier, quien era una dama culta oriunda de Ginebra y que vivía en París, mamá de una de las alumnas de Liszt. Esta crónica la escribió en su diario y describe un poco el cómo era Liszt a sus ojos:

Acerca de él y su madre: “Uno no puede imaginarse dos personas más diferentes entre sí, sin embargo hacen su camino juntos por la vida con afecto mutuo, y en la pequeña casa están presentes la armonía y la felicidad.” 

En los textos que he encontrado, se describe a Liszt siempre modesto, incluso humilde, nunca agobiante, impaciente o intolerante.

Sobre su forma de enseñar: “Para hacer su explicación más clara, suele leer en voz alta páginas enteras de alguno de sus autores favoritos, exponiendo la relación entre la música y la literatura. Él ha leído mucho y absorbido todo, ofrece sus puntos de vista de la forma más interesante y atractiva, sin arrogancia o esa afectación particular a la que muchos artistas son propensos.”

Un consejo de Liszt a su alumna Valérie (hija de Madame Boissier): “Se paciente contigo misma, arruinarás todo si tratas de hacerlo muy rápido. La misma naturaleza trabaja despacio, sigue su ejemplo.”

Una descripción de Liszt al piano: “Sus dedos son muy largos, sus manos pequeñas y estrechas. No las mantiene en una posición redondeada, postura que dice hace tocar seco, lo cual es algo que detesta.  Al mismo tiempo no las mantiene planas -en realidad son tan flexibles que no tienen una posición fija… Nunca toca con sus brazos o sus hombros. A él le gusta que el cuerpo tenga una posición vertical con la cabeza inclinada hacia atrás y no hacia adelante-  es lo que exige con más énfasis. Se opone resueltamente al estilo de tocar pretencioso, afectado o forzado, y su principal preocupación es la autenticidad del sentimiento musical… Por otra parte, no es fácil de encontrarse satisfecho consigo mismo, y a veces salta del piano con desesperación, porque no logra la perfección buscada. ”

Pero lo que más buena impresión de Liszt causó en Madame Boissier y en su hija, fue que aunque se movía en los mejores círculos sociales y tenía una colorida vida social, para él era tan importante el sentimiento de su vocación de artista, como su voluntad de ponerse a disposición para servir a los demás, particularmente de aquellos menos privilegiados. A lo largo de su carrera tocó en innumerables conciertos de caridad, obsequiaba dinero a los jóvenes aspirantes de músicos, y al final de su vida, y a pesar de que impacientaba a sus amigos con este hecho, daba lecciones gratis prácticamente a quien se lo pedía… ¡Ah que ganas de haber estado cerca para pedirle enseñanza!

Sobre su filantropía dice Madame Boissier: “Él solía visitar hospitales, asilos para enfermos mentales, casas de juegos, bajaba a las mismísimas mazmorras e incluso charlaba con los hombres de las celdas de los condenados.” En 1832 los principales beneficiaros de sus obras de caridad fueron las víctimas de la epidemia de cólera que azotó a París en esos días, en los sitios en los que tocaba, pedía caridad para la gente enferma.

Y para concluir la crónica de Madame Boissier, su juicio: “Si no hubiera tenido el genio de la música, se hubiera convertido en un importante filósofo y escritor.”

Debo decir que disfruté mucho leyendo acerca de la crónica de Madame Boissier, particularmente me encanta la descripción que hace de él sentado al piano, siempre es genial conocer el testimonio de alguien que conoció a los grandes y que, como en este caso, hace una crónica estupenda.

jueves, 13 de febrero de 2014

Del testimonio de Liszt de cuando conoció a Beethoven

Mientras me pongo al corriente, en lo que se refiere a la vida de F. Liszt, les dejo un texto que recién leí y que es lo que Liszt le narró a su alumna Lina Ramann, a cerca de la ocasión en que él conoció a Beethoven.

“Primero toqué una pieza pequeña de Ries. Cuando hube terminado, Beethoven me pidió si podía tocar una fuga de Bach. Elegí la fuga en Do Menor de la Clave bien temperado. ‘Y ¿podrías también cambiar de tonalidad la fuga?’ Me pidió Beethoven. Afortunadamente fui capaz de hacerlo. 
Después de mi acorde de cierre miré hacia arriba. La mirada oscura y brillante del gran maestro se posaba sobre mí. De repente una suave sonrisa pasó por su rostro sombrío, y Beethoven se acercó a mí, se inclinó, puso su mano sobre mi cabeza y me acarició el pelo varias veces. ‘Un diablo de compañero’ murmuró. 
De pronto me sentí valiente y le pedí ‘Ahora, ¿Puedo tocar algo de usted?’. Beethoven sonrió y accedió. Toqué el primer movimiento de su Concierto en Do Mayor. Cuando concluí Beethoven me tomó con sus dos manos, me besó en la frente, y dijo gentilmente: ‘¡Ve! ¡Eres uno de los afortunados! Darás dicha y felicidad a mucha gente! ¡No hay nada mejor o más lindo!”


Liszt dijo esto con un tono de profunda emoción, con lágrimas en sus ojos. Estuvo en silencio por un momento, y luego dijo:”Este evento en mi vida se ha mantenido como mi más grande orgullo de toda mi carrera como artista.”

viernes, 7 de febrero de 2014

De la exposición Partituras Mexicanas Ilustradas

El fin de semana anterior por fin pude darme una vuelta al Museo del Estanquillo, para ver la exposición de Partituras Mexicanas Ilustradas.

La museografía excelente como siempre pasa en el Estanquillo, las explicaciones cortas y concisas para no cansar al visitante me gustaron, y vaya, las partituras, bueno, la carátula de las partituras son unas joyas. Me encantaron.

La exposición se inicia hablando de la época del siglo XIX y de cómo fueron ensalzados en la música los héroes de la independencia y de la época de la reforma. Me llamó mucho la atención que existe un vals dedicado a Don Miguel Hidalgo, digo me esperaba una marcha, pero no un vals.



También podemos leer sobre el Himno Nacional Mexicano y apreciar algunas partituras del mismo.



Luego vemos el espacio dedicado a la época del porfiriato, destacan aquí las dedicatorias a Don Porfirio y a su esposa Carmen Romero Rubio.



Una de las explicaciones que me recordó mucho a Chopin fue la de “El salón y la tertulia”, ya que recordemos que a Chopin no le agradaban las multitudes y prefería presentarse en los salones. Aquí lo que leí sobre El salón y la tertulia:
“En las casas de familias acomodadas, el salón se convirtió en la habitación destinada a los encuentros sociales, como las visitas y las tertulias. En estas últimas, las personas bailaban, eran intérpretes de música de cámara o de piezas piano y canto. También cultivaban la conversación, la declamación, la lectura en voz alta de pasajes literarios y se mostraban composiciones propias de música y poesía.
En estas reuniones, las partituras además de ser colocadas en los atriles, circulaban de mano en mano para ser admiradas.”

Las ilustraciones para las partituras de esta  época son especialmente bonitas, yo creo que por el mismo romanticismo que imperaba en la misma, he aquí las que más me gustaron:


                                                          
De esta época yo buscaba en particular la partitura del Vals Capricho de Ricardo Castro, ya que me trae muy lindos recuerdos de mi maestra de piano, pero no estuvo.

Obviamente también esperaba encontrar la partitura del Vals Sobre las Olas de Juventino Rosas, esa sí la vi y en un lugar de honor, como lo merece.



Y de Felipe Villanueva, quien es el compositor mexicano de mi preferencia encontré estas, que además son unos valses preciosos:



Una de las ilustraciones que más me gustó es la que muestra cómo se veía la fachada del repertorio de música Wagner, primer repertorio musical que visité cuando tenía yo 11 añitos, recuerdo la emoción que tuve al solicitar una partitura, porque le dije a mi mamá que quería ser yo quien la pidiera, la partitura era: “Vals Vida de Artista de Strauss, simplificado”.


Quería yo encontrar alguna partitura cuya música hubiera yo tocado en el piano, y sólo me encontré esta, que fue parte del potpurrí mexicano del concierto de 1990.



Aquí un par de partituras que hacen alusión a mi segundo nombre



En la segunda parte de la exposición vi muros dedicados a Cri-Cri, Agustín Lara, Manuel M Ponce, Carlos Chávez y Silvestre Revueltas.

Quien pueda ir no se la pierda, porque además de la exposición de las partituras mexicanas ilustradas, hay una dedicada a Miguel Covarrubias, cuyo arte en el dibujo es simplemente sensacional.


martes, 4 de febrero de 2014

Retomando el Blog

Cuando inicié este blog lo hice con mucha alegría y con el afán de compartir conocimiento sobre la vida y obra de Chopin, y luego también de Liszt. El propósito de este blog no ha cambiado, yo sí un poco, en los últimos dos años hubieron situaciones que provocaron el descuido de este espacio, pero también hubieron cosas muy chidas (que para mí siempre tendrán más peso que las cosas feas y tristes), como conocer gente a quien estimo mucho y algo que me ha fascinado particularmente: CORRER. El correr forma ahora parte de mi vida, lo disfruto mucho, me hace sentir bien y contenta, he ido de a poco y de la mano de mi chamuco (mi esposo, pues) quien me ha entrenado en esta nueva,  sensacional y saludable actividad. Se siente tan bien el aire en la cara, la soledad y la música que escucho cuando corro, por supuesto que Chopin está en mi playlist tanto en su forma clásica como a ritmo de jazz y de rock… ¡yeah!

Retomo este blog porque me han vuelto las ganas de escribirlo e investigar para hacerlo, así que aquí voy,  intentaré seguir compartiendo sobre lo que lea de mis queridos músicos, así como de las experiencias musicales que me ocurran a lo largo del año, y ¿por qué no? también de una que otra carrera. Espero que quien se tome el tiempo para leerlo lo encuentre agradable e interesante, y que si no conocen y/o aman a Chopin lo hagan.

Vamos pues a la parte de la vida de Chopin en donde me quedé: En Dresde, en 1835 cuando se enamora de María Wodzinska, la hermana de antiguos condiscípulos y amigos.

Federico Chopin emprende su viaje de regreso a París  el 19 de Septiembre de 1835, después de haber pasado unas felices vacaciones al lado de sus padres, en este viaje de regreso tiene planeadas dos escalas: Dresde y Leipzig

En Dresde visita a la familia del conde Wodzinski, que se encuentran ahí también de vacaciones, los hijos mayores de los condes son amigos y condiscípulos de Chopin, de la época en la que vivieron en Varsovia, el reencuentro fue lleno de alegría. Los Wodzinski salieron de Polonia para establecerse en Suiza después del levantamiento de 1830, en su nueva residencia se codeaban con la nobleza y con los artistas y eruditos.

Cuando vivían en Varsovia y Federico convivía con los ellos, a los juegos de los niños mayores se unía una pequeñita muy linda, se llamaba María y entre juego y juego, Chopin caminaba detrás de ella diciendo que estaba enamorado. En esta visita a Dresde Chopin se encuentra con que María ya no es una niña y sí una joven hermosa que contaba con 16 años, culta, refinada, y que además cantaba precioso, tenía una linda voz de contralto. Chopin quedó flechado y María le correspondía. Se hicieron asiduos paseantes de la ciudad, les encantaba ir al Palacio de Brühl y al Grossgarten.

Un tío de María, hermano mayor del conde, se percató de la afinidad y creciente cariño que se desarrollaba entre su sobrina y el joven músico, esto no le gustó y se lo hizo saber a su hermano, quien solía tener muy en cuenta su opinión. Pero la condesa,  de nombre Teresa, sentía verdadero cariño por Chopin, le llamaba su cuarto hijo, y como la estancia de Federico sería corta, no se preocupaba gran cosa por el supuesto romance, y tranquilizó a su marido. Además el nombre de Federico Chopin  ya era reconocido en Europa, y el que el querido Frycek prefiriera estar en su casa que en cualquier otro lado, la halagaba y se sentía contenta.

La estancia de Chopin en Dresde llegó a su fin, debía continuar su viaje de regreso a la capital francesa. Los últimos días en Dresde, por las noches se sentaba al piano y ahí nació el Vals Opus 69 No. 1. El día de su partida lo tocó como despedida de la querida familia polaca, pero más que para todos, él tocaba para María, al finalizar le regaló el manuscrito dedicado a ella y fechado en Septiembre de 1835 en la ciudad de Dresde. Más tarde este vals se le conocería como Vals del adiós.

Sobre él Justo Romero nos dice: “Publicado en 1855, 6 años después de la muerte de su autor. Abre la serie de once valses que Chopin prefirió conservar inéditos, al no considerarlos obras con entidad suficiente como para ser editadas. Publicado por su amigo Julián Fontana, que retocó en algunos detalles, además de añadir indicaciones expresivas y dinámicas.
El vals, efectivamente, está teñido de un inequívoco aire nostálgico.”



Más adelante veremos qué pasa con María y Federico, ya que el músico debe parar en Leipzig para visitar a Mendelssohn y conocer a Schuman y a Clara Wienck, quien será la esposa de Schumann posteriormente.