lunes, 13 de julio de 2015

De París: Día 3, La tumba de Chopin

Después de un desayunito rico, que incluía café bien cargado, mi día comenzó en la rue Taitbout en Square d’ Orléans, lugar donde vivió por varios años Chopin, teniendo como vecina a George Sand, ella habitaba el nro. 5 y él el nro. 9, esto era cuando no se encontraban en Nohant, la casa de George (Aurore Dupin) en el Berry. Pude ver las entradas de sus apartamentos y las plaquitas que conmemoran su vivienda ahí, hay una fuente en el centro de Square d’ Orléans, no sé si ya existía en la época de Chopin y George, si sí debe haber sido una vista linda entre sus apartamentos, ya que desde la entrada de uno se puede ver la del otro y en medio está la fuente; actualmente la vista se ve un poco arruinada por tanto automóvil.



A unas cuadras de ahí se encuentra el Musée de la Vie romantique, son los estudios del pintor Ary Scheffer, amigo de George Sand, a cuya casa eran muy asiduos George y Chopin, porque además eran vecinos. El museo es muy bonito y tiene mucha memorabilia de George Sand, y algo de Chopin, ya que ella, tras su ruptura conservó pocas cosas de él. Particularmente me llamó la atención el que estuviera enmarcado un trozo de tapiz azul que decoraba las paredes de Nohant, en la época en la que Chopin frecuentaba la casa del Berry y del cual recuerdo haber leído que se le incluyera en una descripción de la casa en una biografía de la dueña. 

Hay varios cuadros de George que el mismo Ary Scheffer pintó. El salón principal del museo está dedicado a George y simplemente me encantó, ella era una mujer muy fuerte y que bien sabía lo que quería, y aunque en su época fue criticada por hacer y deshacer eso no la detuvo en su vivir.



De ahí caminé hasta el Boulevard de Courcelles, con el fin de seguirlo hasta llegar al Parc Monceau, sin embargo antes de llegar me topé con la estación Rome de la línea 2 del metro, y recordé que esa línea llega hasta el cementerio de Père Lachaise y pues me subí para de una vez visitar la tumba de mi querido Chopin, ya en el metro me di cuenta que esta misma línea también me llevaría directo al Parc Monceau.

Por fin llegué, es un cementerio muy grande y bastante creepy jajaja; no encontré la tumba a la primera, digamos que el mapita que mi guía trae del cementerio es demasiado sencillo para el tamaño del lugar, me perdí y ya bajaba a ver el mapa general que tienen en la entrada del cementerio, cuando al paso ahí estaba y no había nadie más que yo, saqué mi ipod para escuchar ahí con él su Balada #1, pero ¡oh sorpresa! Olvidé los audífonos :(, la tararé en mi cabeza mientras tomaba fotos y admiraba la bonita escultura de Euterpe, la musa de la música que triste mira su lira con las cuerdas rotas. 

La escultura y el medallón del perfil de Chopin, que dicho sea de paso son una belleza, fueron esculpidos por Auguste Clésinger, esposo de Solange, la hija de George Sand y fue colocada un año después de la muerte del músico.


Sus amigos fueron quienes se encargaron de los gastos, podemos leer la dedicatoria que le hacen a Fred Chopin en la misma tumba; entre ellos el pintor Delacroix y su alumna Pauline Viardot fueron los que iniciaron este proyecto de unir esfuerzos para que Chopin tuviera una tumba muy bonita. 



En algún lugar leí que Chopin siempre tiene una flor en su tumba, claro que siempre habrá admiradores que le lleven, pero lo más romántico y lindo es que los estudiantes del Conservatorio de Música de París tienen la promesa de ningún día del año le falte una flor. 

Antes de irme del cementerio, pasé por la tumba de Jim Morrison, por encargo de un querido amigo que quería una foto de la misma, pero la verdad está bien cutre jeje, en esta tumba sí había gente, en fin.

¿Por qué el Parc Monceau? Leí que además de que ya existía en la época de Chopin, y que seguramente él habrá paseado por ahí y hasta recordado el Parque Lazienki de su querida Varsovia, hay una escultura muy bonita dedicada a él hecha por Jacques Froment-Meurice. El parque es grande y muy bonito, aquí sí me fue fácil hallar la escultura y sí es muy linda. Había mucha gente de todas las edades y me queda claro que de haber llevado tenis y ropa de correr, de todo París, ahí es donde me hubiera gustado hacerlo.

A mediana distancia se encuentra el Arco del Triunfo y para allá me encaminé, pero antes pasé por la Salle Pleyel, que era la firma de pianos que él siempre tenía, por la que pasé es por la nueva Salle Pleyel, también tenía la intención de ir a la dirección de la antigua, pero ya no me dio tiempo, actualmente, parece que la Salle Pleyel es sólo para espectáculos y conciertos, el lugar lo vi vacío tras las puertas de vidrio, sin pianos ni nada, supongo que ya no los venden, ni tampoco partituras, que era lo que yo quería comprar, ni modo. En el Arco del Triunfo me esperaba una vista hermosa. Me gustó en particular la columna en donde está esculpido Napoleón.



Después de eso caminé un poco por Champs Elysées y luego me desvié por una calle para mirarla, mirar a la Torre Eiffel. 

No llegué hasta ella, porque quedaba bastante lejos y yo ya tenía hambre, caminé por el Sena hasta la Place de la Concorde, lo cual a pesar de mirar cosas lindas, fue desastroso, ya tenía mucha hambre y sed y me puse de muy mal humor, y es que por ese lado del que caminé no había nada que pudiera yo comprar para mitigar mi necesidad. Pero hasta el enojo se me quitó al mirar las fuentes de la Place de la Concorde, las amé, sobre todo la del lado sur. Llegando al Jardín des Tuileries, en la entrada me compré una crepa de jamón y queso con una botellita de vino (de las chirris de una copita) que me supieron a gloria, obvio que también una botella de agua y me los zampé ahí mismo en una banquita del jardín bajo la sombra de un árbol.

Tocaba el turno de mirar La Madeleine por dentro. Es un templo católico dedicado a María Magdalena, de estilo romano con 52 columnas. 

Como ya les había mencionado, fue en La Madeleine que se llevaron a cabo los funerales de Chopin, en el que se tocaron dos de sus preludios y se estrenó su marcha fúnebre. Fueron interpretados en el órgano que existe en la iglesia hasta la fecha y que fue estrenado en 1846.

Pero con respecto a la música, la petición expresa del polaco fue que se interpretara el Réquiem de Mozart, sin embargo esto tendría un pequeño inconveniente, el cual describe Benita Eisler en su libro Chopin’s Funeral:

“El moribundo desconocía que no estaba permitido a las mujeres el cantar en las iglesias parisinas; pasaron varios días de súplica por parte de los más poderosos amigos de Chopin antes de que una dispensa especial fuera emitida por el arzobispo de París. El permiso consistió en que se permitiría la participación femenina siempre que permanecieran invisibles; por lo tanto las mujeres cantantes, entre las cuales estaba Pauline Viardot, amiga y alumna de Chopin y que era una de las solistas destacadas, debían permanecer ocultas de la vista de todos detrás de una cortina de terciopelo negro. ”

Debo decir que el altar de La Madeleine es muy bonito y la vista del órgano también.



Terminé mi día, tras comprar un par de madeleines en una tienda que parecía hecha de azúcar, en la terraza del Printemps mirando hacia la Torre Eiffel, que sería mi destino del día siguiente y tomando una rica y helada cerveza francesa.

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