Debido a la reserva de Federico Chopin, no sabemos nada acerca de sus emociones o las que provoca. Sus éxitos mundanos y artísticos no le dieron temeridad. Además teme a las manifestaciones del ridículo que él descubre en los demás. El temor al qué dirán es ya muy vivo en él. Alejandrina de Moriolles y María Wodzinska tienen sin duda un sentimiento hacia el seductor maestro; pero él se conforma con bromear en su compañía. Sólo el nombre de una hermosa soprano aparecerá muy pronto en sus cartas confidenciales que escribe a su amigo Titus Wojciechowski.
La primavera de 1829 trajo nuevos aires revolucionarios a la capital polaca. El zar Nicolás I, que había sucedido a Alejandro, era esperado en Varsovia, donde se le coronaría como Rey de Polonia. Elsner componía una nueva misa para la ocasión, pero los jóvenes anhelaban la revolución y hacían caso omiso de los preparativos, reuniéndose en cafés y platicando al respecto.
Por esos mismos días, y también debido a los festejos para el zar Nicolás I, se anuncia que Paganini visitaría Varsovia, y Federico está decidido a no perderse sus presentaciones.
Una de aquellas veladas de festejos por el zar, la del 21 de abril de 1829, quedó eternamente grabada en su memoria. Escuchó un programa con obras de Haydn, Händel y Cherubini, con orquesta, coros y solistas. Madame Meier, de la ópera, recibió los mayores aplausos, pero a Federico le gustó especialmente otra solista, una linda muchacha de cabellos rubios, ojos azul oscuro y graciosa figura. Aquella noche un nuevo sentimiento se unió a sus inspiraciones en su estudio. Días después, al leer una reseña de aquel concierto en la “Gaceta Polaca” supo el nombre de aquella joven era Konstancja Gladkowska (a quien podemos ver en la imágen que saqué de uno de mis libros de consulta). No compartió su secreto con nadie, ni buscó la oportunidad de conocerla; se contentaba con verla en la iglesia y en eventos culturales, y gracias a la presencia del zar en la ciudad tuvo varias oportunidades de admirarla.
Me pregunto, siendo tan querido y admirado, ¿por qué Chopin sería tan tímido?
La primavera de 1829 trajo nuevos aires revolucionarios a la capital polaca. El zar Nicolás I, que había sucedido a Alejandro, era esperado en Varsovia, donde se le coronaría como Rey de Polonia. Elsner componía una nueva misa para la ocasión, pero los jóvenes anhelaban la revolución y hacían caso omiso de los preparativos, reuniéndose en cafés y platicando al respecto.
Por esos mismos días, y también debido a los festejos para el zar Nicolás I, se anuncia que Paganini visitaría Varsovia, y Federico está decidido a no perderse sus presentaciones.
Una de aquellas veladas de festejos por el zar, la del 21 de abril de 1829, quedó eternamente grabada en su memoria. Escuchó un programa con obras de Haydn, Händel y Cherubini, con orquesta, coros y solistas. Madame Meier, de la ópera, recibió los mayores aplausos, pero a Federico le gustó especialmente otra solista, una linda muchacha de cabellos rubios, ojos azul oscuro y graciosa figura. Aquella noche un nuevo sentimiento se unió a sus inspiraciones en su estudio. Días después, al leer una reseña de aquel concierto en la “Gaceta Polaca” supo el nombre de aquella joven era Konstancja Gladkowska (a quien podemos ver en la imágen que saqué de uno de mis libros de consulta). No compartió su secreto con nadie, ni buscó la oportunidad de conocerla; se contentaba con verla en la iglesia y en eventos culturales, y gracias a la presencia del zar en la ciudad tuvo varias oportunidades de admirarla.
Me pregunto, siendo tan querido y admirado, ¿por qué Chopin sería tan tímido?
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