Navegando por la red en busca de lo que me pudiera encontrar sobre mi amor Chopin, hallé un artículo fantástico de ya hace algunos años escrito por Eusebio Ruvalcaba para la Revista de la Universidad de México mi UNAM, me ha gustado mucho y quiero compartirlo con ustedes:
En aquella cafetería tenía una mesa a su disposición, justo en un rincón umbrío del establecimiento. Nadie osaba sentarse ahí a esa hora. Gracias a las miradas reprobatorias de los meseros, se había corrido la voz de que esa mesa la ocupaba Alfred Cortot, el más grande pianista francés. Cuando se le mencionaba, había que ser precisos y apuntar que Alfred Cortot era el más grande intérprete de Chopin —con lo que no habría de agregarse una coma más—. Para un buen francés, todo estaba dicho.
Pero esa mañana, un terrible desasosiego crecía en el alma de Cortot. Mientras tocaba el Preludio número 4 en mi menor, se preguntaba por qué Chopin no había intitulado estos poemas musicales, que eso eran para él: ideas sonoras ricas en sabiduría y poesía. Por qué no les había puesto un nombre, si, según él, lo pedían a gritos."
Aquí la nota completa: Títulos para los Preludios de Chopin
¡Disfruten!
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