
Después de enterarse de estas terribles noticias, Federico se desahoga en su cuaderno de notas, y se le nota desesperado, impotente y muy triste.
"Stuttgart, después del 8 de septiembre de 1831.Foto: General Sowinski, imágen tomada de la Wiki.
Escribí las páginas precedentes sin saber que el enemigo se hallaba dentro de la casa. Los suburbios han sido destruídos, incendiados.
¡Jan! ¡Wilus! Probablemente murieron.
¡Sowinski, el querido general en manos de esos canallas!
¡Oh Dios! ¿Tú existes? ¡Sí, existes y no nos vengas! ¿No estás ya harto de los crímenes moscovitas? ¿o es que eres moscovita también?
¡Mi pobre padre! ¡El ser más querido, quizá muerto de hambre, sin dinero para comprar pan para mi madre! Mis hermanas quizás han caído bajo la furia de las desatadas bestias moscovitas. Madre tierna y paciente, ¿has sobrevivido a tu hija para ver como pisan sus huesos los moscovitas que vienen a oprimirte?
¡La ciudad incendiada! ¡Ah! ¿Por qué no pude al menos matar a un moscovita? ¡Oh Tytus, Tytus!
¿Dónde está Konstancja? ¡Quizá en manos de los moscovitas! ¡Un moscovita la oprime, la estrangula, la asesina, la mata! ¡Ah mi amada, estoy solo aquí, ven a mi lado para que te enjugue las lágrimas y calmaré las heridas del presente recordándote el pasado, el tiempo en que todavía no existían los moscovitas!
¿Es posible que ya no tenga madre? y yo, con las manos vacías, aquí, sólo suspiro de vez en cuando ¡vuelco mi desesperación en el piano! ¡Para qué sirve Dios, mi Dios, resquebraja la tierra y que ella devore a los hombres de este siglo, que las torturas más crueles atormenten a los franceses que no nos han auxiliado!"
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