lunes, 1 de junio de 2015

De Liszt: Cuando Marie lo vio por primera vez

La lluvia no me dejó correr, así que me apuro a publicar este post, con el que retomo la narración de la vida de Liszt en este blog.

Franz Liszt y Marie d’Agoult se conocieron una tarde de finales del año de 1833 en una fiesta que ofrecía la marquesa Le Vayer en su casa.

Marie, quien en un futuro, y copiando un poco (aunque con un pelín menos de talento y fama) a George Sand, escribiría bajo el seudónimo de Daniel Stern;  entre sus escritos nos dejó una descripción de este amor a primera vista:

"De pronto apareció la persona más extraordinaria que jamás había visto."

"Alto, extremadamente delgado, pálido, con grandes ojos color verde mar, que tenían un brillo como el que refleja el sol en las olas, rasgos fueres plagados de sufrimiento, vacilante en sus movimientos y que más bien parecía deslizarse en lugar de caminar, aparentemente preocupado, pero al mismo tiempo inquieto, como un fantasma a la espera de que el reloj se detuviera y lo convocara de nuevo a las sombras...

Franz charlaba con emoción, quitaba el aliento; con pasión pronunció pensamientos y opiniones totalmente extrañas a oídos como los míos, acostumbrados como estaban a escuchar, puntos de vista convencionales y banales. Recuerdo sus ojos brillantes, sus gestos y su manera de sonreír, a veces con seriedad y con una dulzura profunda, a veces irónico, cáustico."

A esta descripción de Marie, quiero agregar algo de lo que he leído, y es que ni sus rivales y detractores podían negar su amabilidad, honestidad y el ser buena gente y humanitario, la gente, su público lo amaba y eso no era de a grapa.
 
Es curioso, cuando leía para escribir este post, pensé que nunca me había imaginado la sonrisa de Chopin, y sí la de Liszt, de hecho al primero lo imagino serio, sobrio (lo que no es sinónimo de amargoso), a pesar de que dicen que era un gran mimo y poseedor de un gran sentido del humor; y al segundo, a Liszt lo imagino totalmente cautivador, guapísimo con esa sonrisa y sus hermosos ojos verdes, y hasta con su narizota… ¿quién no se iba a enamorar de él? Yo me enamoro cada vez.

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