Paër es quien presenta a Chopin ante Liszt y Berlioz. En el acto una sólida amistad une al trío de músicos.
En cuanto a popularidad, Chopin sobresale de entre sus dos amigos.
En cuanto a popularidad, Chopin sobresale de entre sus dos amigos.
Liszt es en esencia un virtuoso nacido para brillar, y aún para subyugar. El escenario es su dominio, se mueve en él como pez en el agua.
Chopin que es un poeta nato, está lejos de tener la contextura atlética de su amigo. Reina en los salones con su ejecución más delicada que brillante; no le agrada el ambiente del “recital”. Al respecto le comenta a Liszt: “No soy apto para dar conciertos, el público me intimida. Me siento asfixiado por esas respiraciones agitadas, paralizado por esas miradas de curiosidad, mudo ante rostros extraños ¡Tú sí estás destinado a eso, porque no conquistas al público, sino que tienes los medios necesarios para aporrearlo!”
Los salones parisinos se abren de forma unánime ante el paso de Chopin, esos mismos salones ofrecen una acogida mucho más reticente a Liszt.
Entre Chopin, un artista completo e indiscutible y Liszt, virtuoso centellante, a quien o se adora o se aborrece, no hay comparación posible. Son 2 hombres a quienes la cronología y los azares de la expatriación han relacionado, pero que, por lo demás se diferencian en todo.
Su amistad tiene, como en todas las buenas amistades, sus altibajos, la naturaleza expansiva, generosa y esencialmente afectiva del húngaro, choca a menudo con el carácter impenetrable, susceptible e inquieto del polaco. Liszt nos platica en el libro que escribió sobre Chopin: “Chopin es inquieto, suspicaz, siempre a la defensiva, es muy capaz de hablar una noche entera con sus amigos y mostrarse frío al día siguiente.”
La forma de ser de Liszt, su optimismo y salud imperturbable, compensan casi todo el tiempo las oscilaciones del carácter demasiado sensible de su amigo.
Ningún sentimiento de rivalidad profesional los opone; se saben muy distintos en este ámbito y se admiran uno al otro. Un día al escuchar a Liszt tocando los Estudios del primer libro, que le fueron dedicados por el polaco, Chopin señala: “Heme aquí lejos de mis pensamientos honestos; ¿qué no daría yo por ejecutar de ese modo mis propias piezas?”. Por su parte Liszt escucha muy a menudo a Chopin; a veces habla y alaba sus conciertos.
En cuanto al terreno de la composición, Liszt es demasiado grande para sentir celos. Además por naturaleza él admira y ama. Elogia las obras de su amigo en el libro que de él escribe. Por el contrario, a Chopin no le gusta realmente casi ninguna de las composiciones de Ferenc. Muy pocos hombres como él de exigente y quisquilloso.
Chopin que es un poeta nato, está lejos de tener la contextura atlética de su amigo. Reina en los salones con su ejecución más delicada que brillante; no le agrada el ambiente del “recital”. Al respecto le comenta a Liszt: “No soy apto para dar conciertos, el público me intimida. Me siento asfixiado por esas respiraciones agitadas, paralizado por esas miradas de curiosidad, mudo ante rostros extraños ¡Tú sí estás destinado a eso, porque no conquistas al público, sino que tienes los medios necesarios para aporrearlo!”
Los salones parisinos se abren de forma unánime ante el paso de Chopin, esos mismos salones ofrecen una acogida mucho más reticente a Liszt.
Entre Chopin, un artista completo e indiscutible y Liszt, virtuoso centellante, a quien o se adora o se aborrece, no hay comparación posible. Son 2 hombres a quienes la cronología y los azares de la expatriación han relacionado, pero que, por lo demás se diferencian en todo.
Su amistad tiene, como en todas las buenas amistades, sus altibajos, la naturaleza expansiva, generosa y esencialmente afectiva del húngaro, choca a menudo con el carácter impenetrable, susceptible e inquieto del polaco. Liszt nos platica en el libro que escribió sobre Chopin: “Chopin es inquieto, suspicaz, siempre a la defensiva, es muy capaz de hablar una noche entera con sus amigos y mostrarse frío al día siguiente.”
La forma de ser de Liszt, su optimismo y salud imperturbable, compensan casi todo el tiempo las oscilaciones del carácter demasiado sensible de su amigo.
Ningún sentimiento de rivalidad profesional los opone; se saben muy distintos en este ámbito y se admiran uno al otro. Un día al escuchar a Liszt tocando los Estudios del primer libro, que le fueron dedicados por el polaco, Chopin señala: “Heme aquí lejos de mis pensamientos honestos; ¿qué no daría yo por ejecutar de ese modo mis propias piezas?”. Por su parte Liszt escucha muy a menudo a Chopin; a veces habla y alaba sus conciertos.
En cuanto al terreno de la composición, Liszt es demasiado grande para sentir celos. Además por naturaleza él admira y ama. Elogia las obras de su amigo en el libro que de él escribe. Por el contrario, a Chopin no le gusta realmente casi ninguna de las composiciones de Ferenc. Muy pocos hombres como él de exigente y quisquilloso.
Pd. La imágen la tomé de este sitio: http://www.valdezhill.com
2 comentarios:
Estos dos deben haber sido unas personitas muy particulares, totalmente opuestos pero lograron encajar entre sí...hasta cierto incidente, hubiera sido un honor vivir su época, pero es mejor estar aquí y ahora para disfrutarlos más y cuantas veces queramos :')
Coincido contigo, lo que sería genial en verdad es que tuviéramos grabaciones de ellos interpretando su música... ¿a poco no?
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