
La partida de Tytus lo dejará muy solo. Federico acompaña a su querido amigo hasta la estación de posta y se despide de él con el corazón oprimido.
Hay una anécdotra que no se sabe realmente si fue cierta o no, ya que no se tiene prueba alguna de los hechos; la anécdota cuenta que al volver al lugar en donde se hospedaba, Federico se desesperó, no quería quedarse solo, tomó algunos artículos de primera necesidad, corrió de regreso a la estación y alquiló una silla expreso, indicando al conductor la ruta a seguir, con la esperanza de alcanzar a Tytus en la próxima estación. Al llegar allí vió que la estación estaba vacía, la diligencia había partido hacía largo tiempo. Era de noche, lloviznaba y la carretera estaba a oscuras; el coche de Tytus se alejaba cada vez más y Federico recordó los deseos de su padre y con ellos en mente regresó a Viena con el corazón destrozado.
Imagen: Bandera de Polonia en el Levantamiento de Noviembre (1830-1831)
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