Federico y Tytus se instalan muy contentos en Viena, compartiendo los gastos de hospedaje.
Federico escribe a su amigo Matuszinski y le pide que esté pendiente de Konstancja, pues sabe que la cortejan oficiales de la guarnición, a quienes se trata de alejar de ella todo lo posible.
Inmediatamente después de su llegada comienza a practicar, primero en la casa de Graff, que como recordamos es un fabricante de pianos, y que poco después le envía un piano a Federico al lugar en donde se hospeda.
Visita a sus amigos Nidecki y Würfel. El editor Haslinger, que fue quien editó sus Variaciones sobre La ci darem la mano, emplea sus astucias con él, lo halaga, para editar sus obras sin desembolsar un centavo; pero en vez de ello se gana el desprecio de Federico quien lo llama ¡Horrible judío! Malfatti, el último médico de Beethoven lo aprecia mucho y le presenta a personas útiles.
Los jovenes polacos están muy animados. Chopin inicia esta segunda estancia en Viena con agradables ocupaciones y grandes planes y esperanzas. Confiaba en la repetición de sus éxitos del año anterior, y en que desde Viena se le abrieran las puertas de otros países como Itala y Francia; pero las cosas no salieron según sus deseos, pues la noche del 29 de noviembre estalla una insurrección en Varsovia.
Dirigidos por el subteniente Wisocki, los alumnos de la Escuela de Tenientes dan la primera señal de insurrección al atacar la residencia granducal. Esta era una insurrección que muchos polacos venían esperando desde hacía muchos años, pero para la cual no estaban adecuadamente preparados. Querían la cabeza del gran duque Constantino gritaban ¡Muerte al tirano!, quien escapó de milagro por un pasadizo secreto.
Constantino retira sus tropas y sale de la ciudad; del lado polaco, el ejercito se une a los estudiantes. Para el 5 de diciembre el levantamiento es general en toda la ciudad.
En Viena, Tytus y Federico pensaban que el anhelado movimiento de liberación de que se habló durante años en el Liceo, en la Universidad, en la pensión y en los cafés llenos de humo, había comenzado. La libertad, aquella palabra misteriosa y prohibida estaba por fin al alcance.
Federico escribe a su amigo Matuszinski y le pide que esté pendiente de Konstancja, pues sabe que la cortejan oficiales de la guarnición, a quienes se trata de alejar de ella todo lo posible.
Inmediatamente después de su llegada comienza a practicar, primero en la casa de Graff, que como recordamos es un fabricante de pianos, y que poco después le envía un piano a Federico al lugar en donde se hospeda.
Visita a sus amigos Nidecki y Würfel. El editor Haslinger, que fue quien editó sus Variaciones sobre La ci darem la mano, emplea sus astucias con él, lo halaga, para editar sus obras sin desembolsar un centavo; pero en vez de ello se gana el desprecio de Federico quien lo llama ¡Horrible judío! Malfatti, el último médico de Beethoven lo aprecia mucho y le presenta a personas útiles.
Los jovenes polacos están muy animados. Chopin inicia esta segunda estancia en Viena con agradables ocupaciones y grandes planes y esperanzas. Confiaba en la repetición de sus éxitos del año anterior, y en que desde Viena se le abrieran las puertas de otros países como Itala y Francia; pero las cosas no salieron según sus deseos, pues la noche del 29 de noviembre estalla una insurrección en Varsovia.
Dirigidos por el subteniente Wisocki, los alumnos de la Escuela de Tenientes dan la primera señal de insurrección al atacar la residencia granducal. Esta era una insurrección que muchos polacos venían esperando desde hacía muchos años, pero para la cual no estaban adecuadamente preparados. Querían la cabeza del gran duque Constantino gritaban ¡Muerte al tirano!, quien escapó de milagro por un pasadizo secreto.
Constantino retira sus tropas y sale de la ciudad; del lado polaco, el ejercito se une a los estudiantes. Para el 5 de diciembre el levantamiento es general en toda la ciudad.
En Viena, Tytus y Federico pensaban que el anhelado movimiento de liberación de que se habló durante años en el Liceo, en la Universidad, en la pensión y en los cafés llenos de humo, había comenzado. La libertad, aquella palabra misteriosa y prohibida estaba por fin al alcance.
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