jueves, 12 de enero de 2012

De Liszt: Su primer concierto público en París.

Después del concierto en el que se presentó el pequeño Liszt en la casa de la duquesa de Berry, su fama empezó a crecer semana a semana, las invitaciones a reuniones en las que se le invitaba a tocar se acrecentaban cada vez más.

Lo llamaban “Le petit Litz” Litz y no Liszt, no se sabe por qué o quién empezó a nombrarlo así, de hecho su padre, en las ocasiones que se le presentaban intentaba corregir la pronunciación, pero con poco éxito ya que la fama de su pequeño crecía rápidamente.

Fue entonces cuando se dio la oportunidad de dar un concierto en grande. El primer concierto público de “Le petit Litz” en París sería el 8 de marzo de 1824, en el Teatro de la Opera, este teatro era muy elegante y pertenecía a la corte francesa. Sería la primera vez que abría sus puertas para un concierto público de un artista extranjero.

El programa del concierto estuvo conformado por una breve ópera de Paisiello: Nina y por el Concierto de Hummel, interpretado por Ferenc Liszt.

Cuando llegó el momento de la presentación del pequeño pianista, el público solicito ver sus manos al momento de tocar el instrumento, entonces el piano fue dispuesto de manera que el público estuviera satisfecho.

Al terminar su actuación, el pequeño recibió una gran ovación y como encore tocó unas variaciones del tema del aria de Mozart “Non piú andrai”.

Una vez finalizado el concierto, en París tenían la costumbre de que, la gente que ocupaba los palcos (aristócratas y acaudalados), podían pedir la presencia del artista que más les hubiera complacido; así “Le petit Litz” fue recorriendo palco a palco, recibiendo felicitaciones, muestras de cariño, bombones y monedas de oro. Esta costumbre de solicitar la visita del artista a los palcos se llamaba “tour des loqes”.

La prensa alabó al pequeño pianista, algunos de los comentarios fueron:
“He aquí a un artista, y de qué grandeza”
“Manos soberbias, varoniles, elegancia, seducción, ejecución perfecta hasta los menores detalles”
.
En el diario Le Drapeu Blanc, su crítico Martainville afirmó que en ese niño prodigio debía estar presente el alma del gran difunto Mozart.

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